viernes, julio 4
Victoria
Hace demasiado calor en la caseta de obra, Victoria está sudada y a la vez temblorosa, hace apenas media hora que ÉL se ha marchado, le ha dejado varios orgasmos más satisfecha pero nunca obtiene lo suficiente de ÉL.
ÉL es su jefe, pero eso no es lo importante. ÉL está casado, pero a eso a Victoria no le importa. ÉL sólo la usa, pero a ella le gusta ser usada.
Recuerda el día que se presentó a la entrevista de trabajo, venta de pisos sobre plano, directamente al promotor. No tenía demasiada experiencia como comercial, pero a sus veintidós años y con su diplomatura en ciencias empresariales bajo el brazo estaba dispuesta a cualquier oportunidad de trabajo que se le presentara. Buscaban a una mujer joven, pero no tan joven como ella, con buena presencia y don de gentes, un perfil comercial como otro cualquiera.
Victoria no era especialmente extrovertida, ni tenía una presencia imponente, era la chica más normal, entre todas las chicas normales del mundo, pero era joven, estaba guapa simplemente por eso, con la cara lavada y su pelo largo recogidos en una coleta baja, no era ni muy baja, ni muy delgada, lo dicho, completamente normal. Estaba incomoda en esa oficina, estrenando su traje negro de raya diplomática, se lo había comprado para las entrevistas serias.
Su vida había transcurrido siempre en su barrio de Madrid, uno de clase “obrera” de los muchos que hay, con padres emigrados del sur de España. Se podría decir que no había salido del cascarón, hasta que lo conoció a ÉL.
Entró en la oficina para la entrevista y le recibió un hombre muy alto, muy moreno de piel, con una sonrisa de dientes blancos y unas canas que se dejaban entrever en su negro pelo. Se le veía ocupado, con su camisa de cuadros remangada hasta el antebrazo, dejaba ver unos brazos fuertes y unas manos grandes. Victoria estaba demasiado nerviosa, pero sus nervios no evitaron que no perdiera de vista esas manos mientras ÉL le preguntaba sobre su vida, aspiraciones profesionales y le empezaba a hablar de su hija de dieciocho años, que ese año iba a comenzar la universidad. Victoria apenas recuerda sus respuestas, embobada como estaba en el baile de esas manos. En un determinado momento ÉL se dio cuenta, no dijo nada, sólo le sonrió de forma misteriosa.
Al día siguiente recibió la respuesta, tenía trabajo, iba a pasarse ocho horas en una caseta a pie de obra, tendría que trabajar fines de semana alternos y libraba dos días entre semana, que podrían variar a su conveniencia. Todo eso por novecientos ochenta y cinco euros al mes, más comisiones. No le pareció un sueldazo, pero tampoco le parecía un trabajo muy complicado. ÉL fue quien la llamó, dijo también que los primeros días estaría con ella para enseñarle como funcionaba todo, no iba a pasar tiempo sola porque ÉL se pasaría un par de veces diarias por la obra.
Y estuvo las dos primeras semanas formándola, la primera formación profesional, la segunda también formándola, pero esa fue otra clase de formación...
Todo pasó demasiado rápido, invitarla a comer para que no se sintiera sola, le hablaba de sus viajes, de sus negocios, siempre atento, a la vez era serio y distante.
La primera semana fue todo muy profesional, pero el domingo por la tarde ÉL se ofreció gustoso para llevarla a su casa, subió a su coche y aún no sabe como, cuando entró en ese coche ÉL le acarició la rodilla, casi sin querer, Victoria se estremeció, ÉL no dijo nada, pero continúo subiendo su mano por la pierna, hasta que se detuvo, todo lo hizo sin apartar la vista de la M-40. Victoria odió los pantys que llevaba, era justo lo que le había detenido, en ese momento hubiera deseado estar desnuda para ÉL, sabía que era una locura, le llevaba más de veinte años, era su jefe y ella era una niñata, pero sus manos...
La dejó en su casa despidiéndose con un escueto hasta mañana, no hablaron en todo el camino, sólo estuvo masajeándole su pierna izquierda y rozando su coño con el dedo índice de la mano derecha.
Sus manos, grandes como palas, sus dedos, largos como palos. No se quitaba de la cabeza ese dedo índice jugueteando con la entrada de su coño, con la barrera de las bragas y los pantys separándoles, pero sintiéndolo tan dentro.
Victoria hacia seis años que no era virgen, con dieciséis se acostó con su novio del instituto que era mayor, estuvieron juntos hasta que ella empezó la universidad, luego tuvo otras relaciones de meses, no era una mojigata, pero esto la superaba, todos eran unos niños de pecho al lado de ÉL. Con uno sólo de sus dedos había conseguido excitarla más que todos sus novios juntos.
El lunes comenzó su semana de formación extraprofesional. ÉL apareció al mediodía, llegó y sólo le dijo quítatelo todo, aquí hace calor. Victoria obedeció sin protestar, se quedo desnuda delante de ÉL, no sentía vergüenza, quería sentirse deseada por ÉL. Le ordenó sentarse en el pequeño sofá de esa oficina improvisada.
Abre las piernas.
Sentado a su lado comenzó con su dedo índice a recorrer su rodilla, subiendo lentamente por el muslo, adentrándose, acariciando suavemente la piel que hay en el interior de las piernas, subiendo lentamente, Victoria deseaba que se aproximara más, quería sentir ese dedo dentro...
El se bajó la cremallera del pantalón, a su vista quedaron unos abultados bóxer de color blanco, muy simples.
Ahora si quieres más me vas a comer la poya.
Victoria se sintió aún más excitada al oír sus palabras, no era cortes, sólo ordenaba, no era capaz de sentirse ofendida, era su ocasión de demostrarle lo que sabía.
Más despacio nenita, esto no es un palito como los de los niñatos con los que jugabas. Abre bien la boca, ahora chupa despacio, pasa la lengua suavemente por arriba. Así lo vas haciendo mejor, dame tu mano, te voy a marcar el ritmo que quiero que sigas. Aprendes rápido nenita
Victoria tenía la boca llena, no porque fuera una poya especialmente grande, pero quería tragársela, lamerla golosa, como una gran piruleta, quería impresionarle. De pronto notó como ÉL le marcaba el ritmo de otra forma, por fin sus dedos se adentraban en ella, el dedo corazón golpeaba en el punto G, al ritmo que ella le chupaba la poya. Estaba gustándole tanto que perdía la concentración en la mamada, sentía que si ÉL continuaba un minuto más así se iba a correr, ÉL también lo sabía, lo tenía estudiado y calculado, en el momento que a Victoria le llegaba el orgasmo, su boca quedo inundada de semen, que resbalaba por las comisuras de sus labios, porque con sus jadeos no era capaz de tragarlo.
ÉL se levantó, se subió los bóxer, abrochó su pantalón y cerró su cremallera, mientras que le preguntaba si había habido hoy alguna visita al piso piloto. Victoria no daba crédito a lo que había pasado, ella estaba aún jadeante, completamente desnuda y manchada de semen, a ÉL solo se le ocurría preguntar por los clientes.
Le contestó con toda la naturalidad de la que fue capaz, no mucha, todo sea dicho, que esa mañana sólo había pasado una pareja, pero que le dio la impresión que no estaban demasiado interesados.
Se levantó, se vistió, sacó un pañuelo de su bolso y se limpió la cara como pudo. Luego intentó trabajar como sino hubiera pasado nada.
Ese fue su octavo día de trabajo.
Continuará...o no...
Si queréis más ya sabéis donde pedirlo.
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8 comentarios:
Quiero más, por favor.
¡Ay! ¡Qué bien sé lo que es colgarse de unas manos!
si,si, a ver si espabila esta niñita y le da su merecido,
ansiosa estoy por la segunda entrega...
Por si hacía poco calor en esta habitación...Me gusta mucho como lo cuentas. Si continúa, yo lo leo. Saludos.
¡Continúalo, continúalo!
Me gusta mucho.
Un besote.
Me encantan estos relatos tuyos. Así que me sumo a la iniciativa popular de que el relato continúe!!
Besos!
Continua por favor,no puedes dejarnos asi xDDDD.
Iba muy bien hasta que el pavo abrió la boca..menudo gañán arromántico
Como mi público me reclama prometo otro capitulo, aunque desgraciadamente no se cuando, necesito que las musas me visiten.
Anselmo, esto no es una historia de amor, hay está la gracia...
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