lunes, mayo 5

Ayer fue el día de la madre.

Hace unas semanas fui a una boda, se casaba la hermana pequeña de mi mejor amiga de la infancia. Con mi amiga, a pesar de los caminos separados que hemos llevado las dos, seguimos conservando, no ya una íntima amistad, pero si un cariño y complicidad que guardaremos siempre.

Nuestras primeras borracheras juntas, nuestros primeros rolletes. Ella se casó muy joven y de penalti, a pesar de ser sólo seis meses mayor que yo, tiene ya dos churumbeles preciosos, uno que cumplirá siete años en agosto, otro que es un mamoncete que tenía prisa por nacer y vino el día de los Santos Inocentes estas Navidades. Una inocentada de casi tres kilos.

Mi amiga me sentó en su mesa, que compartía con sus primas y primos, que además son todos mis amigos (hombres) de mi niñez, puesto que ella no es de mi pueblo pero iba todos los fines de semana ya que toda su familia está aquí.

Todas sus primas tenían descendencia más o menos reciente, una de ellas un bebe de mes y medio, otra una niña de dos, otro primo tenía a su mujer embarazada, más familiares en segundo grado con más prole, había más niños que en una reunión de familias del Opus.

En el aperitivo, estaba la coña constante de decir que hacía falta un guardia de tráfico para regular el tránsito de tanto carrito.

El colmo de la velada llegó cuando veo a una de las tías de la novia de la mano de un niño de dos años desconocido, le observo acercarse al cantante cutre de la orquesta, en ese momento subido a una mesa, le dice algo y le da al niño, acto seguido el cantante dice, entre las estrofas de la canción que cantaba: se ha perdido un niño, se ha perdido un niño... Casi me caigo al suelo del ataque de risa, me pareció algo surrealista, pero con tanta gente y tanto niño no era de extrañar. Afortunadamente, al instante apareció la madre corriendo a rescatar a su hijo, las barras libres hacen estragos con las familias.

Pero entre todas las anécdotas infantiles, hubo un momento que me produjo especial ternura. Antes de empezar a cenar pero ya sentados a la mesa, llegó mi amiga con el cuerpo del vestido manchado, a la altura más o menos del pecho, cuando se lo hice notar, lo miró, sonrió y dijo: no pasa nada, le acabo de dar el pecho al niño y será leche, pero luego se seca y no se nota. Tengo que decir que es verdad que se secó y no dejó mancha.

Ese momento que cuando cuento hace que algunas personas pongan cara de asco, me produjo un sentimiento de amor hacia mi amiga y su hijo inmenso, porque sólo nosotras las mujeres damos vida y la alimentamos.

Los hombres contribuís, pero no sabréis nunca lo que es tener un ser dentro, como se mueve, que vive porque tu vives, respira lo que tu respiras, y cuando nace le sigues alimentando con tu cuerpo.

Seguimos siendo animales mamíferos, parimos y amamantamos a nuestros cachorros, protegemos a nuestras crías y les damos todo el amor del mundo de forma incondicional.

Se ha escrito mucho sobre la lactancia materna (Leti princess dixit) pero me quedo con lo visto en una viñeta de Maitena donde decía, porque mamar es la síntesis perfecta de mamá y amar.

Felicidades a todas las madres. Y a ti mamá, aunque sé que no vas a leer esto. Te quiero.

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2 comentarios:

Laura dijo...

Emocionante, sin duda. Bonitas palabras las tuyas y las de Maitena.

BIRA dijo...

Me ha encantado tu post, con su toque chistoso y anecdótico pero lleno de ternura.