Hoy también estreno una camiseta, de Zara para ser más concreta, y mi estado de aburrimiento me lleva a plantearme algunas cuestiones.
No entiendo por qué las etiquetas que llevan son kilométricas, son incomodas, hacen bultos en la ropa y al moverte notas el ruido que hacen al rozarse, porque no va una simple, no, a veces parece que llevas cosido un libro de instrucciones de poliéster o de lo que sea, porque me he puesto a revisar lo que tiene escrito y te dice la composición de la prenda, pero no de que está hecha la etiqueta y teniendo en cuenta como son de grandes algunas camisetas a veces hay casi más etiqueta que tela. De echo tengo tangas con etiquetas más grandes que ellos, si fueran sujetas de un hilo sería un tanga reversible.
También te informa donde se ha fabricado, pone Mauricio, me gustaría que fuera en las Islas Mauricio, significa que por lo menos mi camiseta proviene de un paraíso isleño, ya que no creo que pise alguno en mi vida, aunque no aclara si es de comercio justo y que tipo de convenio tiene con los que la han fabricado, aunque tenga espacio de sobra para incluir un contrato y hasta un libro de normas.
Como normas si están la forma de lavar y planchar, que a la hora de la verdad no sirve para nada, muchas camisetas desteñidas te llevan a lavar solo con agua fria y en el programa corto, por lo que pueda pasar, aunque en la etiqueta diga que es una prenda inífuga o impermeable, yo no me lo creo. Es como lo de lavar en el programa delicado las prendas de baño, después de meterte en una piscina llena de cloro, en un mar lleno de Dios sabe que y por supuesto horas de Sol con ellas puestas. Poseo un bikini que recomienda no secar la prenda al Sol, el colmo del surrealismo etiquetil.
Luego está decidirse a cortarla o descoserla, si la descoses corres el riesgo de cargarte la ropa o como mínimo descoser el dobladillo, pero si la cortas te pincha. Tengo una falda a que hay que ponerle un tirita sobre la etiqueta porque una vez me hizo hasta una ampolla del roce.
Luego están las etiquetas con botones adheridos, se supone que son de repuesto, pero si alguna vez necesitas uno nunca lo encuentras, porque si has quitado la etiqueta seguramente lo hayas tirado y si guardaste el botón, vete a saber donde fue. Me estoy enrollando mucho, pero hay que admitir lo que da de sí una gigantesca etiqueta, nunca mejor dicho.
Como se puede comprobar, efectivamente me aburro, porque ponerse a divagar sobre una puñetera etiqueta estando como está el mundo lleno de cuestiones importantes es una frivolidad, pero que coño, hay que revindicar la frivolidad, hace que la vida sea más fácil.
5 comentarios:
Hola Caramelo. Totalmente de acuerdo contigo. Y, tranquila, que no te has excedido, se exceden ellos, que esas etiquetas podría ir el libreto de Carmen, o parte de El Quijote.
Un saludo.
Qué sabias palabras, Caramelo. Nunca me había parado a pensar tanto sobre las etiquetas pero, excepto en la ampolla que te salió una vez cortada, todo lo demás lo he vivido en mis propias carnes.
¿Y si gastaran menos tela en las etiquetas no podrían ser las camisetas más baratas?
Tienes toda la razón, son un incordio lo mires como lo mires.Y no te apures por si parece una frivolidad, no podemos estar siempre en plan transcendental.
Deberíais rememorar el mayo del 68, pero ahora en el 2008.
¡¡¡Rebelaos contra el sistema!!!..¡¡¡Quemad vuestra ropa etiquetada opresora!!!...¡¡¡y colgad las fotos en vuestro blog!!!! (diosmioquecuele,dosmioquecuele,diosmioquecuele)
Jajajaja, sigue rezando Anselmo...
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